domingo, 9 de febrero de 2014

LA RECONVERSIÓN INDUSTRIAL DEL NO-ARTE

Recuerdo que, finalizando la carrera de Bellas Artes, y cursando la especialidad de PINTURA, nuestros profesores del último año se presentaron con un plan de estudios cuyo encabezado decía, literalmente, que la PINTURA era "la actividad artística nacida a partir de los últimos años del siglo XX, tras las últimas vanguardias, gracias a la liberación del soporte" promovida por artistas como Duchamp y por las corrientes conceptuales del arte.
Para estos profesores, Juan Carlos Meana y Alberto Ruiz de Samaniego, es de suponer que todo lo anterior al urinario de Duchamp no era, por lo tanto, pintura, sino artes decorativas, manualidades o no se sabe muy bien qué. Se ha descubierto que en las tumbas de Miguel Ángel, Tiziano, Rúbens...(la de Velázquez no porque no se sabe dónde está) se han producido desperfectos a causa de estertores de risa de los difuntos, a partir de 1960 (año 0 después de Samaniego) redenominados artesanos...

SamaniEGO, que ese era su mote, fue blanco de nuestras burlas en la facultad, en realidad no más que el resto del profesorado que nos tocó en desgracia. Años después fue noticia en los periódicos por la representación española en la Bienal de Venecia, en la que el filósofocrtíticoteóricomisariocurador y por lo visto también artista alumbró una representación que costó 400000 euros de dinero público, consistente básicamente en una escombrera expuesta en un pabellón.
No contento con la hazaña, el famosísimo erudito y su corte aseguraron que la broma nos salido muy barata y que el coste real de la montaña de mierda que representó a nuestro país (quién sabe si acertadamente) tenía un coste real de 800000 euros.

Pero esta es sólo una de tantas anécdotas que la desgraciada alianza entre poder político y arte nos ha hecho padecer, y además de padecer, PAGAR.

La mayoría de profesores de aquella facultad no eran muy diferentes, si cabe eran aún peores. Para ellos la pintura, el dibujo, la escultura...eran conceptos que nada tenían que ver con el arte, establecieron en aquella facultad una dictadura del antiarte que les vino, dicho sea de paso, a muchos de ellos, de perlas para no dar ni golpe. En favor de Samaniego hay que decir que al menos tenía la decencia de asistir a sus propias clases, algo nada habitual en ese esperpento de no-academia.

Hubo profesores que se empleaban con especial saña hacia el "arte del pasado". Se mofaban en público de los que dibujábamos o pintábamos, y convirtieron nuestro inicicialmente ilusionante paso por una facultad de "bellas" artes en una interminable pesadilla. Recuerdo como especiales devotos de ese orden establecido a "profesores" como Juan Carlos Román, Chelo Matesanz, Jesús Hernández, y un muy largo etcétera.

Mira por dónde hace unos días me acerqué al Auditorio de Galicia a dibujar con un grupo de Urban Sketchers de Santiago, grupo bautizado como "bosquejeros". Nos hizo gracia el nombre de la exposición "O BOSQUEXO DO MUNDO" (humildad ante todo) y entramos a verla. Mis incautos colegas creyeron estar a punto de asistir a una muestra de artistas que compartían nuestra pasión por el dibujo, por dibujar, bocetar...por expresarse gráficamente. Yo no tuve más que leer los nombres de alguno de los participantes para saber qué nos esperaba allí.


Precedida por una pancarta de torpe inspiración bauhaus y por una tupida lista de intermediarios-curadores de perfil político vario (entre ellos algún que otro imputado en la trama Pokémon, de desviación de fondos públicos) se pasaba a una sala en la que no llegué a ver mucho bosquejo, la verdad. Allí había la habitual exposición artistopolítica, consistente en material de desecho de distintas especies esparcido por la sala.
No voy a entrar en consideraciones estéticas en las que no merece la pena dar uso al teclado. El caso es que lo más visible al entrar en la exposición era la gran cantidad de capazos negros que recogían innumerables goteras que caían del techo.






Como es previsible, y alentados también por la aleatoriedad y descuido de la iluminación, muchos espectadores (muchos es una forma de hablar) creían que los capazos forman parte de las "obras". Bien pudiera ser así, pero lo cierto es que eran realmente cubos recogiendo goteras, en uno de los innumerables castillos desvencijados del pelotazo, como es el Auditorio de Galicia (aún no entiendo porqué se llama auditorio a un sitio donde no se oye ni una mala tos).
Algunas de las obras de esta muestra se deterioran a ojos vista. El ujier o quien fuera que puso los capazos bajo las gotas no se ha molestado en volver una segunda vez y muchas caen directamente sobre las "obras". A los artistas probablemente tampoco les importa mucho. Son más conscientes que nadie del valor de lo que allí han puesto. No van a hacer el esfuerzo de acercarse a proteger sus obras. Probablemente les salga más a cuenta que se estropeen y así reclamar un dinerillo al erario público a ver si cuela. Y colará.

Tampoco vigilaba nadie la exposición, para qué. Allí sólo estaba yo, ante otra muestra de la decadencia de ese nuevo orden que ahora ya es viejo, y que se desmorona ante la misma indiferencia que le vio medrar en los tiempos de vacas gordas.

Porque al final, el arte contemporáneo ha sido eso. No ha sido una farsa, como muchos sostienen. Ha sido el resultado lógico del maridaje (concepto muy contemporáneo) entre una clase política acostumbrada a vivir en permanente estado de corrupción, y un elenco de artistas oficiales dispuestos a ponérselo muy fácil y ser premiados por ello.
Hasta tres instituciones públicas se disputan esta muestra: MARCO, Auditorio y Fundación Luis Seoane. El alcalde de Santiago, Ángel Currás, ha sido quien ha hecho los honores de la presentación en sociedad del evento. Es de suponer que hay que ser un artista más dócil que un perro de cerámica para ser invitado a esta fiesta.


El arte oficial no ha sido más que eso, el premio a la domesticación sin concesiones, el comer de la mano del poder, que guarda la otra libre para meterla en cuanta caja tenga al alcance mientras el artista (la cultura oficial, no la de verdad) mira agradecido a su plato.
Si la gente fuera consciente de cuánto y con qué ligereza se han gastado su dinero en mantener esta cultura de juja, obediente y servil, hoy mismo habría una revolución.
¿Quién se cree que el poder pueda mantener un arte y una cultura que lo cuestione?¿no es más que obvio que al más mínimo dedo en el ojo el propio poder huye despavorido de los artistas (qué mejor ejemplo el de WERT escapando del cinespañol?.

La maquinaria bien engrasada de esa cultura a medida que ha surfeado plácidamente sobre los tiempos de paz social y bienestar (bienestar para algunos más que para otros) se ha oxidado. La evidencia de la inaceptable saturación de corrupción en la clase política deja a su vez en evidencia la no mucho más honesta posición de colegueo de muchos de sus compañeros de viaje. Hoy, todos esos templos del arte oficial, levantados a base, como no, de corruptelas varias y de mirar para otro lado, son, pero esta vez de verdad, cosas del pasado, ruinas, edificios zombies llenos de arte zombie destinados a un público que no está y que realmente nunca estuvo ahí.

Más pena que todo esto, de lo que ya era tristemente consciente, me da la actitud de algunos de estos artistas zombies, que igual se lo habían creído, que tratan ahora de remontar la catarata desde la que ha caido SU sistema, y que de repente redescubren el arte que antes denostaban, se enteran ¡oh, dios!, de que el dibujo es arte, son conscientes (porqué lo han visto en la wikipedia, probablemente), de lo que es un "bosquejo", y titulan así, con dos c------, su exposición, intentando coger un tren que perdieron hace mucho tiempo, porque era el tren pobre. Ahora, cuando se percatan de ese renacimiento del dibujo, la fuerza con la que ha vuelto a la sociedad, muerta la gallina de los huevos de oro del no-arte oficial, han recordado que, a fín de cuentas, la administración les lleva pagando muchos años por dar clases de algo parecido a dibujo.

"¿porqué no dibujar?...si somos artistas...........¿no?"

Muchos de  los que nos decían que el dibujo era arte del pasado, están ahí, como si los recuerdos no existieran , intentando reconvertirse en dibujantes, sabedores de que el arte oficial ya no les puede amparar, (porque la oficialidad no tiene fuerzas ya para ampararse a sí misma), y superdispuestos a hacerse pasar por lo que nunca quisieron ser.

Se les ha olvidado el pequeño detalle de que para hacerse pasar por dibujante no está de más aprender a dibujar primero.





Mariano Casas
Santiago de Compostela
9 de febrero de 2014