El catálogo habla de la exposición, presenta el manual de instrucciones de lo que allí has visto, es decir, cómo interpretar, contextualizar, entender, ver y hasta sentir lo que el "artista" ha presentado, ya que su obra no ha sido capaz de comunicar por sí misma nada en absoluto.
Has guardado el librito, pero a ti no te vale para mucho, porque al fin y al cabo estás convencido de que te han tomado el pelo con la exposición y que el propio catálogo es una vergonzosa demostración de que aún en tiempos de crisis a las instituciones les sobra el dinero.
Al llegar con el catálogo a casa venías más o menos contento, tenías en tus manos una especie de trofeo. Pero van pasando los días y ya no sabes qué hacer con él, pues has podido comprobar en seguida que leerlo NO es una opción.
Pues bien. Existen muchos usos alternativos para tu flamante catálogo de arte conceptual.
Seguramente tu primera idea ha sido limpiarte el culo. Pero desgraciadamente el papel cuché grueso, casi cartulina, con el que han impreso a todo color magníficas fotos en blanco y negro es demasiado duro. Y correoso. Forma afilados pliegues que dañarían tus nalgas. Los catálogos conceptualistas no valen ni para limpiarse el culo, es cierto.
Pero hay muchos otros usos posibles:
- Como calza para una mesa que cojea.
Es uno de los usos clásicos para guías telefónicas y otros libros inservibles. El grosor considerable de un buen catálogo de arte conceptual sirve de maravilla para evitar que las mesas, sillas o muebles variados cojeen. - Como apoyo para ollas, cafeteras y cazos.
Si no quieres cargarte la mesa, un buen catálogo de Beuys o cualquier exposición de esas importantes soporta el calor perfectamente. - Como bloc de notas.
Al haber partes grandes del papel en blanco se puede ir arrancando hojas para tomar notas. ¿Puede haber algo más moderno que apuntar la lista de la compra en un papel con una instalación hecha de urinarios y caca?
- Como cuaderno de dibujo.
¡La mayor parte del papel está vacío! Para que se note el poderío, las páginas de los catálogos conceptualistas tienen grandes zonas en blanco, o con una ligera trama, de modo que la aridez de las imágenes case con las salas vacías e impolutas. Así pues, queda todavía mucho papel virgen para dibujar sobre él. - Como paleta para óleo o acrílico.
El brillo del papel permite mezclar sobre él los colores sin que haya prácticamente absorción por parte del catálogo. Y encima es una poética manera de lograr que la pintura llene libremente las salas reservadas tradicionalmente a los seguidores de Duchamp. - Como material para collages.
Si bien es cierto que los catálogos conceptuales son un tanto sosos, las múltiples escayolas, arpilleras y textos en Helvetica constituyen una fuente para collages que necesiten diferentes grados de gris en texturas más o menos geométricas.
Y seguro que con un poco de imaginación entre todos seremos capaces de encontrar más usos para reciclar estas lujosas páginas tan desaprovechadas. ¡Aportad vuestro granito de arena!
