lunes, 29 de agosto de 2011

REFLEXIONES SOBRE ARTE CONTEMPORÁNEO. BREVÍSIMO DICCIONARIO DE UNA IMPOSTURA.

Damien Hirst.


ARTE BURGUÉS. Este es un anti-arte burgués y ocioso que desprecia el trabajo. Artistas que no trabajan, no estudian, no hacen. Roban, copian, designan, sobre valúan sus objetos por un capricho de la moda, exaltan el consumismo. Es el gran elogio a la decadencia del capitalismo.

ARTE CONCEPTUAL O CONTEMPORÁNEO. Las obras que se auto llaman arte contemporáneo, son conceptuales, porque en todas son las ideas y el discurso el único peso intelectual que poseen, y es el concepto lo que les da el sentido como arte. La acepción cronológica al ser siempre inestable es inexacta. Cualquier obra, -desde el ready-made hasta las que tienen algún tipo de factura- que hace de las ideas su gran valor real es conceptual. Si una obra despojada de esas ideas pierde su sentido como arte, entonces no es arte.

ARTE CONTEMPORÁNEO Y OTRAS ARTES. La música, el teatro, la literatura, la danza, el cine llevan esto de ser contemporáneos con otra perspectiva. Estas artes requieren de un involucramiento más real de público: tiene que pagar el boleto para entrar al teatro o la sala de conciertos, sentarse y presenciar durante una o dos horas una obra y con sus aplausos o abucheos manifiestan su opinión. Leer un libro exige de concentración y tiempo, el escritor ve cómo los libros se quedan en la bodega o son un éxito. Los críticos de estas disciplinas son feroces, el cine aguanta toda clase de análisis y nadie se rasga las vestiduras. En cambio el arte contemporáneo se ve en cinco minutos y el público se larga. El artista contemporáneo vive en una burbuja, no tiene contacto con el público, niega la crítica que no es favorable y si el público no va a la sala es porque no entiende, nunca porque su obra deje insatisfecho al espectador o porque se perciba como una farsa. Este anti-arte no es para el público, ni para el museo, es una práctica endogámica para sus curadores, críticos y artistas.

ARTE QUE NADIE SE ROBA. El criterio del ladrón es el sentido común, la realidad de que todas las obras son lo que son: una pintura es una pintura, un dibujo es un dibujo, una lata vacía es una lata vacía, un excusado es un excusado. Y algo tan real como un robo, tan inmediato, lo pone en evidencia. Nadie se roba un montón de ropa sucia, unas cajas de cartón. Los nuevos museos no requieren de alarmas, medidas de seguridad o guardias, y lo que se llegarán a robar, puede ser reemplazado en un instante y sin la presencia del artista.

ARTE TRADICIONAL Y ARTE CONTEMPORÁNEO. La distinción arte tradicional y arte contemporáneo es una deformación estética. Los “contemporáneos” tienen 100 años haciendo lo mismo, es tiempo suficiente para crear una tradición. En cambio la pintura que se hace hoy no detiene su evolución, y sus preocupaciones, estética y estilos están completamente inmersos en nuestra actualidad. Los artistas contemporáneos no son modernos, tienen cien años sin evolucionar.

ARTISTA. Todos son artistas y todo lo que el artista designe como arte es arte, es el estatus actual. Hoy tenemos a la mayor población de artistas de la historia del arte, por lo tanto ninguno es indispensable. Ser artista contemporáneo es una moda elitista. Antes querían poner un bar nice, luego ser “diseñadores de imagen”, después Dj’s y hoy, finalmente, son artistas contemporáneos. La actitud de arrogancia y de fatuidad de los artistas es justificable: venden sus elementales ocurrencias y los coleccionistas demuestran su poder adquisitivo con estas compras caprichosas y exhibicionistas.

ARTISTA, REQUISITO PARA SER. El requisito es no saber hacer las cosas para hacerlas. No saber hacer arte para ser artista.

ASPIRACIONES. Los artistas quieren ser millonarios y los millonarios quieren ser artistas. Si declarar que algo es arte te hace artista, aceptarlo, motivarlo y pagar por eso, también te hace artista. Pagar el precio convierte al coleccionista en un artífice más del objeto; sin su aprobación y su inversión la obra nunca hubiera trascendido como arte, así, el comprador forma parte esencial en el montaje de esta farsa. Comparar algo de valor “teórico” te define como moderno y actual. El precio en estas obras es su validación real: si es caro entonces es arte

Klara Liden.

BASURA. Es la materia prima del arte contemporáneo. El arte de la pepena. Cualquier cosa que esté en un basurero es susceptible de ser una obra maestra. Tenemos obras con cajas de cartón, envases de PET, detritus orgánico, restos animales, latas de refrescos, aparatos eléctricos descompuestos, y un largo etcétera que se concentra en los tiraderos de cada ciudad. El Arte Povera hizo del desperdicio un lujo más de la demagogia del capitalismo, lo que es una desgracia en el tercer mundo en el primero es arte. La sociedad de consumo cansada de comprar cosas codiciables, codicia lo que desecha, transformado por el poder del artista. Ante el increíble talento de estos artistas por encontrar basura, propongo que en los vertederos impartan seminarios de Gestión Curatorial y Arte, les den becas para que clasifiquen la basura y además que a los ciudadanos que separen su basura les den certificados de artistas contemporáneos. Más hace este anti-arte por el planeta que la ecología.

BECA. Los artistas contemporáneos piden becas para recortar periódicos, recolectar su ropa sucia, hacer fotos fuera de foco de fachadas de McDonald’s, poner bocinas a un automóvil y recorrer las calles escandalizando con su ruido. Estas nimiedades necesitan el apoyo económico del Estado porque de otra forma les resulta imposible realizarlas. Estos artistas no crean por la necesidad imperiosa de su vocación, lo hacen solo por encargo y por dinero. El Estado, en su perpetua ignorancia e ineficacia, siente que si apoya estas “manifestaciones artísticas” cumple su compromiso con el arte. Haría más no apoyando estos despilfarros.

CÉDULA. Son muy importantes, es lo único que le informa al público que el extintor de incendios no forma parte de la exposición.

CÉLULAS ESPEJO. Éstas crean un proceso cognitivo en el que nos ponemos en la situación del Otro, sin ellas no existe la imitación, que es fundamental para el aprendizaje; se activan al ver una acción o cómo se realiza y tratan de recrearla. Estas neuronas también trabajan cuando tú al ver una obra de supuesto arte te ubicas en el sentido del creador y piensas que esa obra no requirió de un talento sobresaliente; analizas rápidamente tus habilidades y comparas lo que tú sabes hacer con el resultado de la obra y deduces que no tiene rastro de inteligencia creadora. Al no reconocer inteligencia o emoción en el trabajo, decides que es algo sin la calidad para poseer el estatus de arte. Al ubicarte en el papel del artista lo identificas como un estafador que suplanta la verdad del arte por una mentira. El arte tiene entre sus objetivos ayudarnos a comprender la realidad a través de la representación y lo hace con la herramienta de las células de espejo: si eliminan el objetivo de representar, las células no trabajan en ayudarnos a ordenar nuestra realidad y la existencia. Este anti-arte va en contra de los procesos de la inteligencia y nos encamina a disminuir habilidades formadas durante decenas de miles de años. Este arte volverá a la estúpida humanidad.

COMPROMISO. La mayoría de las obras tienen un compromiso social y buenas intenciones, esto convierte cualquier representación en una evasión al razonamiento crítico. Si se critican los resultados, entonces se juzgan las intenciones. La introducción de una moral en el arte hace que las obras, por abyectas que sean, tengan un aval de fondo: todo es bueno, en el sentido moral del término.

CONCEPTO. Si lo único que tiene valor en la obra es el concepto, y despojada de esto pierde su valor, entonces no es arte. El concepto es un enunciado arbitrario que pretende cambiar la naturaleza de un objeto, sin conseguirlo, exigiendo una comprensión que no requiere; un objeto es lo que es, nada más.

CRUELDAD. Ejercer la crueldad no tiene que ver con recrearla y eso es patente en la literatura. Asesinar animales, explotar la muerte de otros, alardear del racismo no es arte porque, como todo en el arte contemporáneo, no es resultado ni del talento ni del trabajo del creador o “ideador”. La función de esto es escandalizar para llamar la atención. En una corrida de toros la crueldad es parte del espectáculo, pero el torero toma riesgos que no toma ningún artista contemporáneo. Si Guillermo Vargas Habacuc, que dejó morir de hambre a un perro, amarrara al curador y al galerista para matarlos de hambre no habría existido jamás el performance criminal que hizo. Muchos toreros han muerto en el ruedo, y ¿quién ha muerto haciendo una obra? Nadie. Estas obras tienen una lógica elemental: si hablan de que dejaron morir de hambre a un perro, entonces funciona dejar morir de hambre a un perro. Si hablan de que pusieron suásticas, entonces funciona poner suásticas. Si hablan de un asesinato, entonces funciona asesinar. Estoy esperando el suicidio colectivo de estos mediocres para que cierren su ciclo de obras, ya que trabajan con las herramientas de su época. Adelante, la violencia es la gran herramienta actual para acceder al poder y la fama.

Martin Creed.

CURADOR. El curador es un vendedor, un publicista, un dictador y es, al final, el verdadero creador de la obra. Las exposiciones no son anunciadas con el nombre del artista, lo principal es el nombre del curador. El curador vende la idea de su colectiva, decide qué artistas van en la exposición y con su texto inventa los valores subjetivos e invisibles de su producto, es decir, los artistas y sus obras. Estos valores no existen, como los publicistas, miente sobre las características de su producto. El curador le dicta al artista lo que tiene que hacer, lo que significa y decide el valor que tiene en la exposición. Cómo todos son artistas, todos debieran ser curadores, pero no es así. Éstos y los teóricos son los entes pensantes de la obra. El artista es sustituible, el curador como los dictadores, no lo es. El curador al dar sentido a la reunión de objetos y llevarlos al recinto expositivo es el artífice real de la obra. Desháganse de los artistas. Para poner una piedra con una patineta rota o una tina de aceite quemado en el museo, un curador basta, no se requiere a nadie más.

ENTENDER. “Si no te gusta es que no entiendes”. Confunden creer con entender. Cuestionar a la obra es no entender. No piden que se entienda, piden que se crea que eso es arte. En el momento en que dejen de creer que eso es arte, dejará de serlo. Si no crees en el milagro, el milagro no existe. Esta actitud elitista: “Tú no entiendes”, margina al público, lo expulsa de los museos y le quita al artista la responsabilidad de las consecuencias de la obra. Si el público no ve en la obra lo que el concepto y el significado dictan es que es ignorante. El artista es infalible, nunca se equivoca. La sensibilidad del espectador es inoperante, el artista es intocable.

ESCUELAS DE ARTE. Las escuelas de arte no son necesarias, ser artista es una actitud que se adquiere como ponerse unos zapatos, y el arte se designa. El arte no tiene valores de calidad, ni técnicas específicas, entonces tampoco requiere ser enseñado en una escuela.

HIRST. Producto estrella de los YBA que inventó el publicista Saatchi. Es el Miguel Ángel del arte contemporáneo. Hombre de negocios, experto en vender sus desechos (colillas de cigarros, enseres domésticos) a empresarios que especulan con esto en el mercado del arte. Su calavera de brillantes, “For the love of God” es uno de los fraudes del mercado del arte más escandaloso. La compró él mismo con su contador y su galería White Cube. Con esta transacción se posicionó como el artista más caro: 50 millones de libras esterlinas. Nadie certificó que los 8,601 diamantes fueran originales. Este mito es apoyado por la crítica, así como los publicistas halagan cualquier producto de su cliente.

IRONÍA. Esta ironía no es la crítica ácida a la sociedad, es un chistorete permanente. Con un discurso curatorial del nivel de programa cómico de la televisión del tercer mundo, las obras hacen un chiste de cualquier banalidad o tema. Este chiste demuestra la “irreverencia del artista”. Cuestionar “con ironía”, “ser corrosivo” sustituye la responsabilidad de llevar una denuncia a sus últimas consecuencias. Para qué ser transgresores si podemos ser simpáticos y chistosos. Cáscaras de limones chupados, esculturas de sanitarios portátiles, chicles pegados en la pared, bolsas del mercado amarradas, todo es ironía. Este chiste es explicado por el curador, asegurándose de que su inteligencia superior entiende el chiste mejor que el público.

IMAGINAR LA OBRA. Decir que estas obras nos invitan a que imaginemos a partir de ellas es también un mito. Nos imponen qué es lo que debemos imaginar, lo ordenan claramente en las cédulas explicativas del curador. ¿Dónde está la libertad del ejercicio imaginativo si te dictan la reflexión? Instrucciones de obras imaginarias: la gente mira una pared y se supone que tendría que imaginarse la obra. ¿Por qué el autor no imaginó la obra y la realizó en vez de dejar ese trabajo al público? Un escritor no deja el libro en blanco para que te imagines la novela. Pedir que el público se imagine la obra encubre el vacío que el artista deja ante su incapacidad de terminar algo.

JUVENTUD. Su nombre oficial es “artistas emergentes”. Ser joven o emergente es un requisito para estar en exposiciones, es la adicción a lo nuevo del marketing del arte contemporáneo. Caras nuevas aunque las obras sean iguales. La virtud no es el talento, es la fecha de nacimiento. Las obras emergentes son de temática intrascendental, relacionadas con falta de inteligencia, irrelevancia, banalidad y sin un compromiso un social o estético serio. El arte niñato que no le importa lo que suceda en el mundo, aunque en la cédula hablen de la “decepción que les causa esta época” no existe una obra que describa esa decepción o un sentimiento de rebeldía ante lo que acontece. Estos artistas reflexionan sobre su ropa, la televisión, las redes sociales; son decorativos, conformistas, consumistas y políticamente correctos. Son un producto del sistema y trabajan para el sistema. Estos artistas sin arte son ciegos al hecho de que las grandes obras del Caravaggio o Lucian Freud también fueron obras de juventud.

MAL GUSTO. Si el buen gusto carece de prestigio en esta época, como carece la belleza, el que ya tiene un prestigio universal como expresión contemporánea es el mal gusto. No se trata de acabar con obras terribles, que golpean a la mirada con la agresividad de la realidad, -ya lo demostró Otto Dix con sus grabados sobre la Primer Guerra Mundial que tienen la virtud de enfrentar al espectador. Lo que hacen los artistas contemporáneos es tratar de llamar la atención con rabietas visuales y chistes monumentales para provocar de forma artificial y pretenciosa. Objetos que siempre pasaron por kitsch, detestables y desechables hoy son la apoteosis de las subastas. Los objetos de feria de Koons son llamados esculturas; los animales en formol de Hirst son reflexiones sobre la existencia; las llantas y coches de carnaval de Betsabé Romero están en los museos. El mal gusto es el pase de entrada a la instantánea posteridad de este efímero capricho de la vulgaridad al que llaman arte contemporáneo.

Song Dong

MEDIOCRIDAD. Pretender que el talento, la disciplina y la técnica en el arte son cosas del pasado es tratar de imponer a la mediocridad como signo de distinción de nuestra época. La llamada “democracia del arte”, “la muerte de la tiranía del genio” es la dictadura de los mediocres. Hoy existen artistas completos, que trabajan en su obra, desarrollando e investigando en la constante revolución de la pintura, la escultura y el grabado, que se ven marginados para que la falta de talento y la mediocridad tenga “derecho a crear”. El imperio de gente sin obra, que designan sus orines como arte, se ha apropiado de las galerías y los museos, amparados por curadores y críticos que lo explican y lo aplauden, convirtiendo al arte en una trama especulativa, en un negocio vulgar. Son libres de hacer con su detritus, con la basura que recolectan y con su pose de artistas lo que quieran, pero rebajar el nivel del arte al capricho de los mediocres es otra cosa.

MUERTE Y CADÁVERES. El robo de cadáveres para obras era un canon en la Antigüedad. Leonardo pintó cuerpos, Caravaggio en su Muerte de la Virgen la modelo es el cadáver de una prostituta. Para el Caravaggio el propósito de la obra no era llevarse un cadáver, su objetivo fue que la imagen de la virgen se viera muerta, desprotegida, inerme, que los colores de la piel fueran los de un cuerpo por el que ya no circula la sangre. En el anti-arte y sus pseudo-obras su propósito es la exhibición morbosa y descarada de algo que afirman es el cadáver de alguien o la sangre de un crimen. La sangre, el cadáver, es un ready-made que hace del amarillismo la obra y de las aficiones patológicas el único talento del artista.

MUSEO. Anunciaron y clamaron hace cien años la muerte del museo y hoy se dan cuenta que sin este contexto la obra no puede demostrarse como arte. Por eso a los artistas del anti-arte les urge entrar al museo, porque sólo parasitando el contexto del museo legitiman sus obras como arte y les dan trascendencia y valor en el mercado. Fuera del museo estas obras -cadenas de bicicleta, urinarios, bloques de concreto, agua sucia- no existen, regresan a su situación original de objetos sin valor y no son arte.

NO OBJETUAL. Derribemos mitos: el arte contemporáneo ni es abstracto, ni es no-objetual. Si existe algo objetual, concreto, adicto a las referencias cotidianas y a las formas más costumbristas es este anti-arte, que depende en su totalidad de objetos prefabricados, que no inventa ni crea. “Objeto encontrado” “objeto intervenido” “objeto pateado” “objeto recuperado” “objeto reciclado”… decenas de categorías, una para cada cosa. Es el arte de la pepena que parasita la costumbre y la familiaridad con el objeto para relacionarse con el espectador. Carece de la abstracción de la recreación, rémora de las cosas hechas, es el arte del consumismo y la acumulación. ¿No objetual, no retinal? Entonces no depreden, hagan, recreen.

OPORTUNISMO. El arte contemporáneo se aprovecha de un problema grave para, en un acto oportunista, vender una patraña como arte, y sucede la reacción lógica: criticar a la obra es estar en contra de la supuesta “denuncia”.

PERFORMANCE. El performance es cobarde con el público, no permite la interacción. Si un espectador le dice algo al artista este se indigna y pide que saquen del recinto al espectador. Hay una diferencia enorme entre la transgresión y el exhibicionismo. El performance es la versión politíceme correcta y decente de lo que hacen en los antros de show porno. En esos antros los actores que se desnudan, se cagan, masturban etc., aguantan al público, soportan sus insultos y ni ellos ni ningún cliente consideran que lo que hacen sea arte. Saben que es exhibicionismo y que explotan la necesidad morbosa de ver un espectáculo escabroso. Los performanceros sin llegar a lo que se hace en un burlesque o en un antro XXX se hacen llamar artistas, quieren escenarios cultos y además, exigen respeto del público y becas estatales.

PROCESO. El proceso de la obra se supone más importante que el resultado. Vemos obras inconclusas porque esto “abre posibilidades”. Primar el proceso evita que se haga un análisis de la obra ya que al no estar terminada no podemos emitir un juicio crítico. Es parte de la irresponsabilidad de este anti-arte. Es evidente que estas obras no tienen una relación tiempo-calidad, procesos de meses arrojan obras que en realidad tomó instantes pensarlas y hacerlas. Hacer énfasis en que el proceso es largo y complicado es para disfrazar la falta de calidad de los pobres resultados, para hacernos creer que hay un rastro de inteligencia y esfuerzo en ello. Los resultados y banalidad de las obras contradicen la importancia de su proceso. Para que esta contradicción no sea puesta en evidencia es el texto curatorial que explica las intenciones del artista. El proceso es intención. El arte verdadero no es intención, son hechos.

REFLEXIÓN. La gran bandera de este anti arte es la “reflexión”. Las obras por banales que sean exigen una reflexión superior a lo que ellas representan en sí mismas. La reflexión es un proceso que sustituye a la contemplación. La obra, al no motivar que el público permanezca observándola, impone una terea ajena a ella misma, impone un pensamiento en el que debemos entretenernos porque la obra no provoca ideas. Esta reflexión es además parte del significado, debemos “reflexionar” en lo que significa y esto es una idea que se suma a la obra para darle un valor intelectual del que carece y que no justifica con su presencia. Dice Danto “que el artista haga la obra, la filosofía y los teóricos le daremos significado”. El artista es un ser que no piensa, designa algo como arte y un teórico le da un peso intelectual. Reflexionemos en eso.

Song Dong.

TODOS SON ARTISTAS. La falsa democratización del arte, el “todos son artistas” se convirtió en una tiranía. El problema es: si todos son artistas y todo es arte, no hay espectadores; el que mira puede ser creador en ese instante, así, para qué ver algo que tú como creador potencial puedes hacer y hasta superar. El segundo problema: al margen de la calidad artística, -que por lo general es nula- no hay nada que observar porque todo es arte, no hay objetos que requieran de nuestra dedicación especial para contemplarlos. Desde los temas que abordan, hasta los materiales que usan, esta totalizadora actitud está dirigida a que la experiencia estética pierda sentido. La decisión, puramente dogmática, que de que todas las aptitudes son iguales -y eso le da a cualquiera la capacidad de hacer arte- implica que no hay nada admirable o valioso en hacer arte, porque se convierte en una operación común, corriente e intrascendente. Lo que hace innecesario un recinto tan costoso y pretencioso como un museo. ¿Para qué alojar, exhibir y resguardar algo que todo el mundo puede hacer? Si todos son artistas y todo es arte, por lo tanto hasta el último centímetro cuadrado de la realidad es arte y es un museo al mismo tiempo. Pues afuera con sus obras, a la calle y que dejen los museos para lo extraordinario.

TRANSUBSTANCIACIÓN. Es una superstición religiosa que afirma que un objeto puede cambiar de sustancia sin alterar su forma. El objeto es algo más de lo que representa, es otra cosa. En eso se sostiene el fraude del arte contemporáneo y sus ideas conceptuales, la figura o sea lo evidente, no cambia, cambia lo que no vemos, el significado. Los conceptos de los artistas, sus curadores y críticos son como la publicidad que nos dice virtudes del producto que no son evidentes pero basta creer en ellas para que existan. La galería, el museo y la iglesia son incuestionables y todo lo que está dentro es verdadero porque lo ampare una idea mal redactada incapaz de ser comprobada. En las reseñas de los críticos que apoyan este anti arte, ante la exposición de adjetivos cuesta enterarse si hablan de una instalación o una performance, pero de lo que sí nos enteramos es que la obra es genial, que es transgresora, que invita a la reflexión, que rompe con esquemas y hace denuncia social y detrás de este edificio retórico está un video pornográfico de Santiago Sierra o unos espaguetis en una silla. Por ello la duda, que es el primer rasgo de inteligencia, nunca es bienvenida en la publicidad, la religión o el arte contemporáneo, porque cuestiona sus verdades fabricadas, y en este proceso es en el que se derrumban todos los mitos. Estas ideas supersticiosas han penetrado como la publicidad y por eso las instituciones y fundaciones creen que apoyar a estas obras es apoyar al arte, restando apoyo al arte verdadero.

jueves, 25 de agosto de 2011

Alquilar una galería de arte


Recientemente estuvimos discutiendo con el propietario de una galería de arte y una pintora sobre el tema de si es correcto alquilar o no la galería de arte para exponer los cuadros ¿Debería el artista pagar un alquiler por exponer sus obras en una galería? ¿Es correcto que un galerista cobre un alquiler por ceder un espacio en su galería? Sin duda alguna este es un debate que desde hace algunos años parece que es un tema de discusión por parte de todos los implicados en el negocio del arte, sin embargo requiere matizarlo un poco. Desde el punto de vista legal el propietario de una galería de arte es libre de gestionar su negocio como más le convenga y realizar con el artista el tipo de contrato que ambas partes resuelvan en un acuerdo por escrito o de palabra. A saber: 


1/ Un porcentaje por las obras vendidas (Normalmente suele ser de un 40% )
2/ Un alquiler del espacio por un tiempo determinado.
3/ O ambas cosas a la vez, es decir, un alquiler y un porcentaje pero más reducido.

Obviamente pueden existir todos los acuerdos que artista y la galería estén dispuestos a aceptar, como por ejemplo la cesión de alguna obra para el fondo de la galería en el caso de que no se realizara ninguna venta, etc. Después también está el tema de los gastos añadidos de la exposición: impresión de catálogos, posters, vernissage, envío de catálogos y mailing electrónico, inserción de anuncios en alguna revista especializada o diario, etc. 

Lo que normalmente solía hacerse hasta hace pocos años era que la galería se hacía cargo del alquiler, es decir, cedía su espacio para realizar la exposición al artista durante un tiempo determinado a cambio de un porcentaje del 40% para la galería por la venta de los cuadros (La opción 1). El artista normalmente pagaba los catálogos y quizás parte del vernissage; la galería por su parte se encargaba de enviar los catálogos (ahora esto se suele hacer por correo electrónico), se encargaba de enviar y de difundir algún anuncio en la prensa, y por supuesto de vender la obra tanto a los clientes de la galería como a los clientes del artista. Si se vendían algunas de las obras, cosa que normalmente sucedía hace unos años, tanto el artista como la galería podían sostener su negocio y obtener aceptables beneficios.

Hoy en día, con la llegada de la crisis económica y la consecuente falta de recursos, las ventas de cuadros han descendido de manera drástica, y por tanto artistas y galerías han visto como su modus vivendi hacía aguas. Estos últimos, al no poder sostener los gastos que conlleva una galería  se han visto obligados a cambiar los acuerdos, que normalmente se venían efectuando desde hacía muchos años, por la opción de alquilar su espacio a los artistas (es decir la opción 2) con el consecuente  desacuerdo por parte de estos. Y es aquí donde se crea la polémica: ¿Cual de estas  opciones es la que debería prevalecer?

Mi opinión  personal, tanto por motivos de lógica conveniencia como por motivos éticos o de sentido común, es sin duda ponerme al lado del artista. Con todos mis respetos a los galeristas honrados (de los "espabilados" ya hablo en mi artículo "Arte, crisis y espabilados") es evidente que el artista no tiene la culpa de la actual crisis económica, con lo cual no sería justo cambiar unas condiciones que en su día enriquecieron a muchas galerías de arte. Algunos galeristas alegan: "¡Todos tenemos que arriesgar en estos momentos difíciles!"; por supuesto, pero el artista también arriesga con su trabajo, con su tiempo, con sus gastos de material, con el coste que supone el transporte de los cuadros, con la impresión de los catálogos, con el  vernissage, y con lo más importante, su obra que es al fin y al cabo el "producto" que se ha de vender y que hace que los aficionados al arte entren en una galería. Creo que el riesgo del galerista es apostar acertadamente por aquel artista en el que cree, en el que confía y mediante el cual, si ha sabido gestionar su obra y encontrar a los compradores adecuados, podrá obtener buenos beneficios. En la actualidad el artista, como consecuencia de la presión de las galerías,  ha cedido en la mayoría de los casos un 10% de sus beneficios pasando de un 40% a un 50% a favor de la galería ¿Que más debe sufragar el artista? A nivel ético, en mi opinión el trabajo del artista es crear y el trabajo del galerista es vender y entre ambos debe existir una confianza y una fidelidad. Para mi es una cuestión de sentido común, cada uno debe realizar el trabajo que sabe hacer. 

En nuestra discusión con el galerista y la pintora yo argumenté que si se tratase por ejemplo de una tienda de decoración, de muebles o de cualquier otro objeto, sería impensable que al proveedor se le exigiese un alquiler por colocar su producto a la venta en dicha tienda. Lo normal en todos los casos, excepto en las galerías de arte, es que el producto se deje en depósito o incluso que se pague por adelantado al proveedor. Ya sé que el arte no es un "producto", es algo más que esto y no como tal lo hemos de vender, pero como en cualquier otro negocio existe un riesgo para el comerciante, es él quién debe tener suficiente sagacidad para llevar su negocio adelante.  El proveedor, en este caso el artista, también asume un riesgo: no vender, perder su tiempo , su dinero y tener que dedicarse a otra cosa.








martes, 2 de agosto de 2011

¡Qué complicado se está poniendo escandalizar!

Os traigo un texto del blog "Lérias Várias":

La gente del arte contemporáneo en su momento aprendió que los vanguardistas triunfaron porque "escandalizaban". En una sociedad en la que ya nada sorprende ni escandaliza, saturados de noticias espantosas, en la que el arte ya ha agotado el recurso al escándalo de la burguesía (porque son los burgueses entre otras cosas los que se han apropiado del escándalo como entretenimiento), sólo queda "escandalizar" (a la plebe) a base de saltarse la ética y pasar a hacer cosas que despiertan lo poquito que queda de indignación humana al moverse en el terreno de la violencia, la crueldad y la muerte. En su momento el mundo se revolvió con los caballos colgados del techo de Mauricio Cattelan y las vacas partidas a la mitad de Hirst. Luego un tal Habacuc dejó morir de hambre un perro en una "Galería de Arte", ahora una chica cuyo nombre artístico es Tinkebell mata animales para hacer bolsos y juguetes como nueva genialidad del maravilloso arte contemporáneo. En el Facebook he encontrado esta galería de fotos en la que puede leerse este texto, que explica la "obra" de la muchacha:

"[...]Realizó una cartera/bolso con su gata llamada "Pinkeltje". Si. Leyeron bien. MATÓ A SU GATA PARA HACERSE UN BOLSO CON ELLA porque dijo que "su gata se deprimía cuando se quedaba sola y de esa forma podía llevarla con ella" (sic) Colgó las instrucciones de como hacer un bolsón con su gato en su facebook, pagina, y tambien en youtube. Y fue desde ese bolso hasta la construcción de pollitos a cuerda, hamsters hechos peluches, perros como juguetes, con ruedas.[...]"
Cuando la sociedad ya haya digerido este nuevo grado de brutalidad como sinónimo de arte contemporáneo, poco más quedará que transgredir en el abuso y la violencia hacia los animales. Se seguirá por ese camino de utilizar el sufrimiento y la muerte como medio para llamar la atención, pero llegará un momento en el que, agotado el umbral de la crueldad hacia los animales, se pase a nuestra propia especie. Este paso empieza a darse tímidamente con genios de la contemporaneidad que ya buscan ese rescoldo de escándalo utilizando cadáveres. Hace relativamente poco un chino se comió un feto humano en un programa de la televisión inglesa.


Este umbral del uso de cadáveres como "obras de arte contemporáneo" será superado muy pronto. El tabú del abuso de cadáveres empieza a romperse en todo el mundo, a base de titulares. La gente ya está acostumbrada a cenar viendo en el informativo imágenes de las últimas catástrofes o "conflictos" y series de TV como "CSI", "Bones", etc. ¿Qué hacer, entonces?
Muy sencillo, los artistas contemporáneos más "chic" serán a partir de ahora los que ultrajen o mutilen seres humanos vivos en sus performances e instalaciones, en tiempos de crisis seguro que hay gente dispuesta a latigazos o incluso a que les sierren un brazo por dinero. Este umbral con el tiempo también será superado, y al final, tal y como predijimos Mariano, Carmen y yo hace 16 años en las revistas de la ACME, lo único que le quedará a los magnates del "arte contemporáneo" para seguir utilizando el recurso al escándalo será asesinar personas como "crítica" contra vaya usted a saber qué, la crueldad humana, el doble rasero de los políticos, la caza de ballenas en los mares del Japón o cualquier otro tema de "protesta enérgica" políticamente correcto. Los asesinos en serie disfrutarán de impunidad para hacer su "trabajo" en los sacrosantos templos del maravilloso "Arte Contemporáneo".

Eso sí, entonces el arte contemporáneo ya habrá perdido la poquita credibilidad que aún le queda, y seguramente, como la gente cabreada no suele pararse a hacer distingos, masas enfurecidas acabarán con críticos, artistas, galerías y museos, quemando por igual las farsas del conceptualismo y los cuadros de Leonardo da Vinci. El arte será prohibido por ley durante décadas y la confusión en la que los supuestos entendidos han ido metiendo a todo el mundo sobre la naturaleza del arte para poder meter en los libros de arte a Kosuth, Beuys o Hirst junto a Velázquez conseguirá que durante mucho tiempo el arte no levante cabeza, haciendo ciertos los sueños húmedos de estos grandes teóricos que se aferran emocionados a la tontá de "la muerte del arte" para parecer un poquito más cultos e interesantes que los demás.