domingo, 11 de diciembre de 2011

FALSO O VERDADERO

That's a compliment when somebody makes someone else’s art.

Andy Warhol.

Those portraits, that’s why he did that. Because it’s so simple to do. It was so easy to do. But, you had to have that convincing...”This is art” “This is it.” This is it. Because if you are an artist and you create that thing, that’s Art. No matter how it comes out. No wadding them up and doing fifty of them before you get the right one you want. Every one you make is art. That’s a Duchampian thing.

Louis Walden, colaborador de Warhol.


Recientemente disolvieron el Consejo de Autentificación de la Fundación Andy Warhol. Esta oficina, envuelta en constantes problemas por sus decisiones acerca de la autenticidad de obras de Warhol que ya habían sido subastadas o que estaban a punto de serlo, llegó a la conclusión de la inutilidad de sus servicios.

Partamos de que la idea de hacer retratos en serigrafías no fue de Warhol sino de un amigo de él, Gerard Malanga, y las decisiones de color se tomaban en grupo. Cuando Warhol estaba en la realización de sus Red Self Portraits, el editor de Tape Recorder magazine, Richard Ekstract, tomó los acetatos y le pidió permiso a Warhol de enviarlos a un taller de serigrafías para que los imprimieran, el proceso era más barato y más rápido que en la Factory.

Warhol dio las instrucciones a los técnicos por teléfono, nunca fue al taller. El resultado más industrial le agradó y le permitió mantener las “manos fuera del trabajo” y acercarse a la idea de Duchamp del arte deshumanizado. Esto se convirtió en una costumbre en la producción del resto de sus serigrafías.

Ya en los 80´s contrató a un impresor que trabajaba con varios asistentes en el sótano del edificio de la Factory y vendía serigrafías por su lado, y Louis Walden -colaborador en la Factory- se jactó de hacer las mejores serigrafías de Warhol, y de hecho una de las series de Marilyn es de él. El caso es que los Red Self Portraits fueron rechazados como auténticos. Y ahí está la controversia.

Si las obras que no tienen el toque directo del artista van a ser dictaminadas como falsas, entonces, la gran inmensa mayoría de las obras del arte contemporáneo se pueden considerar falsas. Duchamp, haciendo alarde de su distancia con el objeto y la irrelevancia de la autoría, firmó el urinario con otro nombre: para ser autor de algo que no necesita autoría sobra el nombre del supuesto artista. Deja de existir el arte autógrafo. Para Warhol, como para Duchamp, lo importante no era hacer la obra, era aportar la idea, el arte está ahí sin que el artista meta las manos. Si la idea es lo que trasciende de la obra, si no hay que hacer la obra para que no esté contaminada con el trabajo manual y la autenticidad del objeto no es primordial, entonces tampoco es necesario que la obra provenga del artista. Es decir, si ni el origen, ni la factura, ni la autenticidad son válidas, ¿para qué se busca un original de un ready-made o de un objeto mandado hacer? No tiene sentido.

Si los warhols son fabricados en talleres con instrucciones telefónicas desde que el artista estaba vivo, hoy mismo reproducir un Warhol lo hace auténtico porque esas instrucciones están vigentes. No hay serigrafías falsas, como no puede haber urinarios falsos, ni cajas de zapatos falsas, ni perros metálicos falsos. En consecuencia las originales tampoco tienen valor. Y los coleccionistas en lugar de pagar dinero por esas obras pueden, siguiendo los preceptos del arte, hacerse de sus propias obras. El sentido de tomar un objeto prefabricado como obra o mandar hacer las cosas a talleres, es precisamente para no hacerlos, la autoría es algo que sobra.

En la teoría de Danto de la “indescernibilidad perceptual” la diferencia entre un objeto artístico y uno de la vida real, es ontológica. Esta ontología responde a una intención o cualquier pensamiento arbitrario que le dé un valor al objeto y lo haga “diferente” de uno real. Este valor ontológico es inasible, invisible, indemostrable y aleatorio, entonces lo puede aplicar quién sea, y consistir en la idea qué sea. Con esto la reproducción de una obra de arte es válida, fácil y con valor estético y económico. Los coleccionistas con un catálogo en la mano pueden “reproducir” las obras de arte que deseen y manifestarlas como auténticas, puesto que esa autenticidad no es exclusiva del autor, ni de nadie. Los objetos masificados tienen esa característica, son antes que nada algo prefabricado, sin autoría, hasta la sangre y toda parafernalia del llamado “narco-arte” son objetos prefabricados o hechos por otros.

Este anti arte, tan proclive a las utopías, ha creado una más en donde todo es auténtico, poniendo al alcance de cualquier comprador una obra. Es la verdadera democratización del arte. Para empezar que sigan el ejemplo de Joseph Mugrabi, el mayor coleccionista de warhols, y manden hacer varios en los talleres de serigrafías. Con esto no hay excusa para que los museos incrementen sus acervos de arte contemporáneo, desde ready-mades, objetos intervenidos e instalaciones, cópienlas, cómprenlos en los supermercados. Estos objetos, con su intencional simpleza, hacen aun más fácil la tarea de reproducirlos. Los museos no deben perder la oportunidad de hacerse de miles de obras con un mínimo de inversión. Todos son auténticos y la “indescernibilidad” entre unos y otros es un asunto ontológico.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chariot du Monde (après Manzoni) / World´s shopping cart (after Manzoni)

http://www.youtube.com/watch?v=bBc8Oh4kA2U&feature=autoplay&list=ULPePWLlE1RP0&lf=mfu_in_order&playnext=3

Anónimo dijo...

Chariot du Monde (après Manzoni) / World´s shopping cart (after Manzoni)

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