
Si hace unas décadas, para criticar a Antonio López, la crítica postmoderna exhibía un irónico desdén o una fingida indiferencia, y sus críticas eran del estilo "Antoñito", el niño mimado del PSOE... ahora sus cachorros, los herederos, los garantes de la continuidad del reino conceptual, están empezando a perder los estribos. Según hemos estado comentando en Lérias Várias, uno de los blogs hartistas, hay tres pilares, tres claves que están delatando un aumento de la agresividad, que es síntoma de miedo, y por tanto de que la posición de dominio sobre el mundillo artístico que hasta ahora ejercían los teóricos conceptualistas está cercana al final.
Son tres más que ninguna, las cosas que cabrean hasta el infinito -y más allá- a esta gente:
- La pintura contemporánea, imparable. No pueden soportar que la pintura, que se suponía muerta y enterrada, o al menos domesticada, resista. Y que encima guste. Pero si algo no tiene perdón de su dios es que haya pintores que tengan éxito. Incluso mucho éxito. Indefectiblemente, la plana mayor neoconceptualista se lanza, rebosando bilis, a atacar con saña. Porque hay pintores que destacan, y mucho: sus obras rivalizan con las grandes chorradas tipo Hirst como obras más caras vendidas en las subastas, pero que además son apreciadas por el público y los museos las atesoran con fruición. Por si esto fuera poco, a pesar de su control, cada vez el gran público puede acceder más fácilmente (Internet, publicaciones...) a la obra de autores denostados o malditos por el sistema como Igor Mitoraj, Antonio López, Balthus, Freud, Kitaj, Wyeth, Hundertwasser... También, cada vez más, los pintores actuales, jóvenes en muchos casos, se van abriendo hueco y aparecen en la prensa pese a la "tutela" que la secta duchampiana ejercía en los medios. Encima, las voces unidas de stuckistas, hartistas, y otros grupos que surgen espontáneamente, van reclamando para la pintura un lugar relevante, sacándola de los ghethos que específicamente fueron creados para satisfacer la sed pictórica del populacho, los únicos sitios tolerados para mostrar el arte supuestamente inferior, muerto y caduco: los muros para la pintura callejera (graffiti), los bares y cafeterías, las salas de tercera regional para la pintura de caballete... Porque empezamos a decir que no nos vale: los pintores somos exactamente igual de contemporáneos que nuestros competidores de la instalación, el video-arte o la performance. Y queremos exponer, como ellos, en el CGAC, en el Reina Sofía o las grandes fundaciones, sin tener que esconder nuestro arte bajo algún disfraz postmoderno que les "mole" a los patrones (pintura-pintura, copia de fotos con medios exóticos, reflexion irónica y superficial sobre los temas "trascendentes" de siempre: lo social, político, sexual y demás asuntos referentes a la corrección política para que los cuadros no parezcan lo que son). Evidentemente, los que manejan el "circuito" no están dispuestos a quitar del museo una sola lata llena de mierda para dejar sitio a un cuadro, y les parece intolerable nuestra pretensión. Pues es real: queremos que la pintura ocupe el lugar que le corresponde, tener igualdad de oportunidades con toda la basura postmoderna (y conste que uso "basura" como mera descripción de los diversos objetos sin valor que suelen verse tirados en el suelo en los museos de arte contemporáneo, no como ofensa).
- La pérdida del miedo a opinar por parte del público. Cada vez menos gente se cree el rollo ese de "yo entiendo y todos vosotros no", esgrimido por los "expertos" de turno.
- Pero si hasta ahora eran capaces de mantener a los pintores calladitos, dentro de sus ghettos y el público relegado a creerse ignorante, porque sabían inexpugnable la fortaleza de sus postulados teóricos, ahora se ven indefensos. Y tienen miedo; porque ya no hay una sola voz, monolítica. Parte de la crítica, la historia del arte, el periodismo, la filosofía, ha dejado de escribir a medida de ellos, según los intereses del lobby del arte contemporáneo. Y eso ha sido la gota que colmó el vaso. Se ven ya replegándose en sus posiciones, antes de huir en estampida, "como vacas desnortás", que dirían los de Muchachada Nui.
Así que, si queremos contribuir a que las palabras "arte" y "contemporáneo" juntas dejen de inspirar desconfianza, tenemos tres medios a nuestro alcance:
- Público: opinad libremente sobre arte, basta con que seáis sinceros.
- Críticos, Historiadores, teóricos...: escribid libremente sobre arte, basta con que seáis sinceros.
- Pintores: pintad libremente, haced arte, basta con que seáis sinceros.

En este blog http://arte-nuevo.blogspot.com/ acabo de escuchar una entrevista, algo larga pero de interés, trata de la crítica de arte en México.
Da pistas sobre el pensamiento manejado por los gurús del arte contemporáneo en este país.
Estaba escuchando esta entrevista y luego de media hora de alocución del crîtico Cuauhtémoc Medina, ¡oh sorpresa! escuché que esta eminencia del arte contemporáneo aclaraba sobre la disidencia que lo atormenta:
“el primer discurso es que hay una exclusión de los verdaderos artistas que operan como Miguel Ángel, hay una mujer increíblemente... este... el problema no es de ignorancia, es corta de deseos, se llama Avelina Lesper. ”
3 de marzo de 2009 9:44
Hay dos cosas que están acabando con ellos, lo cual se delata por el tono, les hace desesperarse, gritar... se ven sus sentimientos verdaderos, que permanecen ocultos bajo una sonrisa hipócrita por capas y más capas de compostura postmoderna, fina ironía, cinismo...
Una de ellas es el empuje de la pintura contemporánea, imparable. Nada les jode más que ver pintar, que ver que un pintor triunfa. Es una constante:
Comentarios de esta noticia
Artículo sobre Wyeth
La otra, evidentemente, es que la teoría, su única defensa, se vuelva contra ellos. Avelina Lésper es uno de los casos, y brillante, de lo que tú mismo bautizaste como "crítica anti-corrupta".
Eso tampoco lo soportan, porque su base teórica, hasta ahora intocable por críptica e incomprensible, en realidad es sumamente débil, inconexa, poco rigurosa. No aguanta el embate de un análisis serio desde un punto de vista filosófico, histórico, ni por supuesto estético.
El tercer pilar de su agonía es que el gran público pierda el miedo a opinar que hasta ahora atenazaba sus voces, y mantenía secuestrado el debate sobre arte contemporáneo. Temen a la gente, a que haya una rebelión contra el status quo ya consumado. También un aumento en la agresividad de los creyentes es aquí síntoma de su miedo: si antes se conformaban con decir "tú no entiendes y yo sí", ahora directamente pasan a insultar al público, llamando cateto, pailán o directamente imbécil a quien ose cuestionar sus dogmas de fe sagrados.
Pero los síntomas hablan por sí mismos: por el nivel de enfado que ahora están empezando a mostrar públicamente, por esa pérdida del autocontrol, parece que su fin es más inminente de lo que todos nosotros habíamos especulado.
3 de marzo de 2009 10:54