"Da pena pensar en las grandes esperanzas de Mondrian y Kandinsky sobre el gran arte del futuro, que alcanzaría alturas nunca antes conocidas... y toda la aventura vino a terminar en esto: unas simples fotografías y unas botellitas de coca cola... ".
Esto es parte de un comentario en una entrada del blog "Lérias Várias". Escrito por Daniel Pérez, hartista y pintor argentino.
¿Cuántas veces hemos visto traicionadas las revoluciones de nuestros bisabuelos? Los que supuestamente son sus herederos se han convertido en cómodos burócratas que han sustituido el espíritu crítico original de las vanguardias con un cinismo nihilista; mediocres que guardan todas sus armas de gracejo e ironía no contra la corrupción -con la que se sienten tan a gusto- sino contra todo aquello que ose recuperar un poquito de autenticidad, de dignidad.
Son estos los críticos apoltronados que tanto abundan, que escriben infumables panfletos llenos de folios confusos, en los que intentan hacer parecer sublime la más estúpida inacción. Columnistas a sueldo del capital que agreden al oficio serio y honesto de pintores dedicados a la búsqueda de la belleza, que no pueden tolerar porque jamás la comprenderán. Tontos de capirote -sorprendentemente muy leídos- que no dudan en ensuciar los nombres de los clásicos atribuyéndoles búsquedas espúreas de una teoría falaz que jamás conocieron. Elucubraciones enfermizas tan lejos del sentido común y de la realidad histórica que tan sólo son plausibles en un sistema corrupto, en el que el mercantilismo y la mentira están tan entretejidos que literalmente "todo vale".
¡Cuánto se necesita hoy recuperar ese espíritu crítico de los Manifiestos, de las Vanguardias de principios del siglo pasado! Porque... ¡qué asombrosa quietud, qué triste mansedumbre la de los supuestos transgresores de hoy día, que hacen una caricatura de transgresión, apta para los salones de los millonarios, las salas cuidadas por bedeles, los museos recorridos por una gravedad de ultratumba!
Aparentemente, todo está en paz, todos están contentos. O al menos, todos se resignan a parecerlo.
Decía un anuncio de Amnistía Internacional que por cada persona que se resigna, el mundo necesita otra que no se resigne. ¡Pues en esas estamos!
Esto es parte de un comentario en una entrada del blog "Lérias Várias". Escrito por Daniel Pérez, hartista y pintor argentino.
¿Cuántas veces hemos visto traicionadas las revoluciones de nuestros bisabuelos? Los que supuestamente son sus herederos se han convertido en cómodos burócratas que han sustituido el espíritu crítico original de las vanguardias con un cinismo nihilista; mediocres que guardan todas sus armas de gracejo e ironía no contra la corrupción -con la que se sienten tan a gusto- sino contra todo aquello que ose recuperar un poquito de autenticidad, de dignidad.
Son estos los críticos apoltronados que tanto abundan, que escriben infumables panfletos llenos de folios confusos, en los que intentan hacer parecer sublime la más estúpida inacción. Columnistas a sueldo del capital que agreden al oficio serio y honesto de pintores dedicados a la búsqueda de la belleza, que no pueden tolerar porque jamás la comprenderán. Tontos de capirote -sorprendentemente muy leídos- que no dudan en ensuciar los nombres de los clásicos atribuyéndoles búsquedas espúreas de una teoría falaz que jamás conocieron. Elucubraciones enfermizas tan lejos del sentido común y de la realidad histórica que tan sólo son plausibles en un sistema corrupto, en el que el mercantilismo y la mentira están tan entretejidos que literalmente "todo vale".
¡Cuánto se necesita hoy recuperar ese espíritu crítico de los Manifiestos, de las Vanguardias de principios del siglo pasado! Porque... ¡qué asombrosa quietud, qué triste mansedumbre la de los supuestos transgresores de hoy día, que hacen una caricatura de transgresión, apta para los salones de los millonarios, las salas cuidadas por bedeles, los museos recorridos por una gravedad de ultratumba!
Aparentemente, todo está en paz, todos están contentos. O al menos, todos se resignan a parecerlo.
Decía un anuncio de Amnistía Internacional que por cada persona que se resigna, el mundo necesita otra que no se resigne. ¡Pues en esas estamos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario